Este artículo está sacado de la
Biblioteca Virtual de Ciencias Sociales, y nos habla del “consumismo y
obsolescencia programada”. A medida que hemos ido leyendo, hemos ido sacando
ciertas ideas principales que a continuación comentaremos.
En un primer momento nos cuenta, a
modo de introducción, que todos estamos en continuo movimiento, aunque estemos
sentados en el sofá de casa. Todo lo que nos rodea nos permite un movimiento
global, internacional, temporal y espacial. La distancia y el espacio, como
bien se menciona en el artículo, ya no son un obstáculo para nadie. Se acabaron
los límites en definitiva.
Esta continua interacción que
tenemos con el mundo exterior, nos hace partícipes del mundo en movimiento, de
lo que pasa en el mundo, de la publicidad, y del consumismo a fin de cuentas.
En el consumismo también hay un movimiento continuo. Se nos ofrecen miles de
productos y servicios, y antes de que seamos conscientes de ellos, ya nos los
han cambiado por otros nuevos.
Haciendo referencia al texto, nos
encontramos en una sociedad de consumo siendo consumidores, siendo esa nuestra
tarea fundamental. El problema es que actualmente no se consume por necesidad,
sino que se consume por consumir, sin motivo alguno, sin una necesidad que
satisfacer.
De esto se encarga el consumismo al
completo. Los creativos que buscan que consumamos crean en nosotros una
necesidad que tenemos que satisfacer con esos productos, casi siempre, falsas
necesidades. De hecho, como se dice en el texto, crean una satisfacción
instantánea, inmediata al adquirirlo, pero que no dure mucho más, que acabe
enseguida para que podamos tener nuevas falsas necesidades que satisfacer.
Muchas personas consumen por el
hecho de la satisfacción que ello les aporta, apareciendo los consumidores
compulsivos, por ejemplo. Nos mantienen en alerta con nuevos productos, con
nuevas tentaciones y con una insatisfacción que hay que remediar continuamente.
No todos somos consumidores sin
cerebro, sino que muchos consumimos lo que realmente necesitamos, o al menos,
eso creemos. Nadie puede elegir entre ser consumidor o no, ya que todos
consumimos, de igual manera que nadie puede elegir en la sociedad en la que le
toque vivir y menos en el nivel adquisitivo que desee.
Cruelmente la sociedad se divide en
“los de arriba” y “los de abajo”, también conocidos en este artículo como
turistas y vagabundos. Ambos han nacido en la misma sociedad consumista, pero
la diferencia entre ellos es clara, unos pueden permitirse vivir en esa
sociedad consumista, y otros no.
Como hemos dicho al principio,
todos nos movemos, en mayor o menor medida, pero todos lo hacemos, ya seamos
turistas o vagabundos, línea divisoria que es muy fácil de cruzar. Algunos se
mueven por placer y otros porque no les queda más remedio. Sin vagabundos, por
crueles que parezcan las palabras, no hay turistas.
A modo de reflexión personal,
pensamos que la sociedad en la que nos ha tocado vivir es injusta para muchas
personas que no pueden permitirse estar al nivel que dicha sociedad marca. La
globalización lo único que hace es remarcar más las diferencias entre unos y
otros, satisfaciendo únicamente los sueños y deseos de los turistas.
Vivimos en un mundo en el que
sabemos que hay gente que pasa hambre, gente con recursos limitados, gente que
daría lo que fuera por un poco de ayuda, y sin embargo, no hacemos nada. Los
turistas se limitan a pasar por sus lados, mirándolos con desprecio, lástima,
incluso repulsión, pero no se dan cuenta que si fueran un poco más humanos, los
vagabundos podrían ir desapareciendo poco a poco.
Aquí tenemos la clave entonces, la
humanidad. La globalización, la sociedad en la que vivimos, el consumismo, hace
que las personas pierdan su humanidad, solo quieren más y más para ellas, sin
importarle el de al lado. Potencian en las personas rasgos egoístas, falsas
necesidades que deben satisfacer, cuando lo realmente importante está en la
calle, justo al lado de la puerta de la tienda o el bar donde vas a consumir
sin control, tirado en el suelo.
Todos deberíamos pararnos a pensar
antes de consumir sin conocimiento. Pensar en lo que realmente necesitamos y no
dejarnos influenciar por la sociedad del consumo, ni por la publicidad, etc.
Quizás, con un poco de suerte, acabaríamos con las diferencias tan remarcadas
entre turistas y vagabundos. Quizás así podríamos echar una mano al que tenemos
al lado. Quizás así la sociedad volviese a ser un poco más humana.
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